Una noche en La Marshall

El Miércoles 25 de Julio, aprovechando el receso invernal de las escuelas, fui otra vez a La Marshall. Esta es, según palabras de sus organizadores:

"Un espacio cultural en donde se fomenta la práctica del Tango, teniendo como consigna poder bailar con la pareja que cada uno elija, solo en función del rol que se quiera asumir en la danza. Un espacio en el cual la gente se sienta cómoda, pueda comunicar y transmitir sus emociones libremente."

Pero lo que viví allí fue mucho más que esta cita. Hace unos años empecé, movido por una gran deseo, a bailar tango. Esta actividad, constituyó un verdadero espacio de aprendizaje en mi vida, las emociones, el movimiento y la libertad que se enlazan en el tango pasan de ser un fenómeno cultural a una forma de vida. Y en este aprendizaje, la libertad es esencia y sustento.

Antes de continuar puede haber quienes se pregunten ¿qué tiene que ver lo que hoy escribe con la educación? Bueno, Mucho… esperen y verán.

La Marshall se caracteriza por ser una milonga gay, y concentra en esta característica todas las representaciones que quepan en el imaginario social. Cuando lo comento con mis amigos, siempre, en cualquier círculo una broma, un chiste o un gesto de extrañeza se escapa y tengo que ponerme a aclarar o explicar qué implica La Marshall. Ya no lo hago más.

En síntesis, el Miércoles, La Marshall festejó sus 4 años de existencia y asistí a un show de tango que impactó mis sentidos.

La danza como vehículo, medio de expresión, carece de juicio, simplemente comunica, y nosotros como en todo dialogo podemos escuchar, o no, comprender, o no. Comprendí, escuché, Libertad. Sublime expresión de Libertad al ver - sentir a dos hombres bailando y en su abrazo amándose. Entonces comprendí, en mi cavernícola razón heterosexual-machista, la soledad del pensamiento único, en la pista, los bailarines no sólo demostraron su destreza, sino su amor, y lo compartieron.

Este suceso me dejó muchas líneas de reflexión. La primera fue en torno a la sexualidad en nuestra sociedad. Pude contemplar y sentir lo que expresó el baile y dos hombres amóndose, sin sentir rechazo (por uno u otro motivo e su na sensación que muchos heterosxuales tenemos ante estas demostraciones homosexuales). Creo que el devenir de mi propia sexualidad, el encontrarme con la personal forma de vivir este aspecto de mi vida me liberó de miedos y prejuicios a los que estamos atados; mucho del sentir homofóbico está basado en el miedo de los hombres de sentirse atraídos o enamorados de otro hombre y junto con este miedo, montado sobre él, una enormidad de prejuicios obstaculizan el devenir de nuestra sexualidad.

Varios son los factores que posibilitaron que pueda disfrutar del espectáculo de La Marshal, entre ellos, la claridad con que mis padres charlaron estos temas, la negación sistemática al silencio en pos de la vergüenza con mis parejas y entender que una relación sexual no está atada a cánones de amor novelesco, ni al desapego emocional del pornostar; que no necesariamente ha de ser un éxtasis de amor puro, ni siempre ha de ser una euforia de chorreante placer corporal; que una relación sexual es más bien un montón de todas estas cosas mezcladas y sumidas en la particularidad del momento.

En tiempos de vouyerismo mediático, euforia sexual televisada, fotografiada y publicada y  de leyes educativas en torno a la sexualidad, inevitablemente me pregunto ¿qué implica la educación sexual? ¿qué tipo de educación sexual necesitamos? ¿quién nos va a capacitar? ¿en qué?

De las líneas anteriores, de mis dudas y certezas en torno al tema… pregunto al lector ¿en qué consiste la educación sexual? Para mí cada día es más claro que se trata de educación entorno a la libertad, aunque más que a la libertad a la capacidad de pararnos frente a la pila de prejuicios y miedos para elegir en libertad.

En fin, mientras escribí esto se lo mostré a mi pareja, ella me sugería que sea claro (dificultad de mi vida) ya que el texto podía dar a confusiones ¿de mí? y mientras revisaba (¿no quería que se confundan?… ¿de mí?) me daba cuenta que el miedo otra vez como sombra recurrente la asaltaba y en su salto me tocaba también. ¿Tan adentro está? Así dadas las cosas… no cambié una sola frase.

En síntesis… celebro La Marshall, los hombres y mujeres que bailan allí y los amigos que hoy tengo y hacen de esta confusa vida.. un lugar mas entretenido

Alvar

Alvar Maciel

Docente, busco entender el engranaje tecnológico en el que estamos metides. Trabajo y escribo acerca de la educación.

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