/ ASESINATO, CARLOS FUENTEALBA, IMPUNIDAD

A un año del asesinato de Carlos Fuentealba

A un año del asesinato del Docente Carlos Fuentealba … todo sigue igual, o peor, los docentes no nos organizamos ni nos decidimos, algunos hacen paro el día de hoy, otros recuerdan el suceso en las aulas, otros ni siquiera se acuerdan de lo que pasó.

A un año del asesinato de Carlos Fuentealba, la impunidad… sigue siendo la misma.

</embed> Viernes 6 de abril de 2007 Lo sabe un chico de cuatro años, de salita celeste, que ni siquiera sabe hablar correctamente. Lo sabe un chico de seis años, que ni siquiera sabe escribir. Lo sabe un chico de doce años, que desconoce todas las materias que le deparará el secundario. Lo sabe un adolescente de diecisiete años, aunque sea la edad de las confusiones, la edad en la que nada se sabe con certeza. Lo saben sus padres. Lo saben sus abuelos. Lo sabe el tutor o encargado. Lo saben los que no tienen estudios completos. Lo sabe el repetidor. Lo sabe el de mala conducta. Lo sabe el que falta siempre. Lo sabe el rateado. Lo sabe el bochado. Lo sabe hasta un analfabeto. No se le pega a un maestro. No se le puede pegar a un maestro. A los maestros no se les pega. Lo sabe un chico de cuatro años, de seis, de doce, de diecisiete, lo saben los repetidores, los de mala conducta, los analfabetos, los bochados, sus padres, sus abuelos, cualquiera lo sabe, pero no lo saben algunos gobernadores. Son unos burros. No saben lo más primario. Lo que saben es matar a un maestro. Lo que saben es tirarles granadas de gas lacrimógeno. Lo que saben es golpearlos con un palo. Lo que saben es dispararles balas de goma. A los maestros. A maestros. Lo que no saben es que se puede discutir con un maestro. Lo que no saben es que se puede estar en desacuerdo con lo que el maestro dice o hace. Lo que no saben es que un maestro puede tener razón o no tenerla. Pero no se le puede pegar a un maestro. No se le pega a un maestro. A los maestros no se les pega. Y no lo saben porque son unos burros. Y si no lo saben que lo aprendan. Y si les cuesta aprenderlo que lo aprendan igual. Y si no lo quieren aprender por las buenas, que lo aprendan por las malas. Que se vuelvan a sus casas y escriban mil veces en sus cuadernos lo que todo el mundo sabe menos ellos, que lo repitan como loros hasta que se les grabe, se les fije en la cabeza, lo reciten de memoria y no se lo olviden por el resto de su vida; ellos y los que los sucedan, ellos y los demás gobernadores, los de ahora, los del año próximo y los sucesores de los sucesores, que aprendan lo que saben los chicos de cuatro años, de seis, de doce, los adolescentes de diecisiete, los rateados, los bochados, los analfabetos, los repetidores, los padres, los abuelos, los tutores o encargados, con o sin estudios completos: Que no se le pega a un maestro. No se le puede pegar a un maestro. No debo pegarle a un maestro. A los maestros no se les pega. Sepan, conozcan, interpreten, subrayen, comprendan, resalten, razonen, interioricen, incorporen, adquieran, retengan este concepto, aunque les cueste porque siempre están distraídos, presten atención y métanselo en la cabeza: los maestros son sagrados. Por Mex Urtizberea Para LA NACION Imagen vía Blog en MARCHA

Alvar

Alvar Maciel

Docente, busco entender el engranaje tecnológico en el que estamos metides. Trabajo y escribo acerca de la educación.

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